Cuando no hacen lo que quiero, hay una parte de responsabilidad mía
En mi proceso de escucha interna acerca de cómo me relaciono con los/as demás estoy aprendiendo a poner atención a cuando me molesto porque no se ponen en mi lugar y no me entienden.
Al ampliar mi perspectiva tomo conciencia de que, sin decirlo, "estoy exigiendo" a los demás que piensen como yo pienso, que hagan lo que yo quiero, que me tengan en cuenta, yo parto exclusivamente de mi punto de vista y ellos/as "deberían" intuir lo que quiero.
Observo cuál es mi funcionamiento: no digo las cosas, no soy claro/a, me digo que las personas que me rodean "deberían" darse cuenta de cómo quiero que hagan las cosas, que esas personas "deberían" saber qué necesito que me digan o cómo "deberían" tratarme para que me sienta bien.
Percibo que siento cierto miedo e inseguridad ante la idea de que puedan dejar de quererme, que se enfaden, que puedan criticarme, y vuelvo a callarme y no decir lo mío, lo que me pasa, siento y pienso. Poco a poco voy aprendiendo que cuando me dejo sentir esa emoción que me desagrada, no me pasa nada por sentirla, que sigo vivo/a y tomo conciencia de que siento necesidades que quiero cubrir y que, para ello, los/as demás han de saberlas.
Alcanzo a comprender que tengo derecho a expresar cuál es mi necesidad con respecto a la otra persona, con claridad y serenidad, de esta manera la otra persona sabrá qué puede hacer y decidirá si quiere o no satisfacerla y aceptaré su decisión.
En consecuencia, me estoy dando cuenta de cómo también hay parte de responsabilidad mía, puesto que no decía cómo me sentía, ni lo que pensaba sobre las cosas.
Me comprometo a observarme, a intentar tomar conciencia de cuál es mi necesidad en las relaciones sociales e intentar demandar en cada situación lo que espero de la otra persona, a estar atento/a a qué cosas cambian desde esta mayor honestidad conmigo y con los/as demás.
Esperanza Donaire